
Es una huella imborrable lo que sucedió en aquel fatídico 2 de octubre de 1968 en la ciudad de México, antes conocido como Distrito Federal, la matanza de protestantes estudiantiles que luchaban por exigir respeto a sus derechos humanos y civiles, la liberación de los presos políticos y una reforma universitaria que los incluyera en la toma de decisiones académicas.
El contexto histórico de esa época era tenso por el pleno auge de la Guerra Fría, además de que México estaba bajo un régimen autoritario encabezado por el Partido Revolucionario Institucionalista (PRI) que no permitía la libertad política.
Hubo varios meses de protesta en el que varias instituciones se unieron, entre ellas estaban la UNAM, el Politécnico Nacional, el Colegio de México, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, la Normal Superior, la Universidad Iberoamericana y la Universidad La Salle.
Los perpetradores de la masacre fueron el Ejército Mexicano y el grupo paramilitar Batallón Olimpia. El presidente de aquel entonces Gustavo Díaz Ordaz encubrió la participación del batallón y lo excusó diciendo que su función era custodiar las instalaciones para los Juegos Olímpicos de 1968 que se celebraron en México.
Alrededor de las 6 de la tarde, abrieron fuego a los ciudadanos luego de recibir la orden por parte de un helicóptero que tiro bengalas sobre la Plaza de las Tres Culturas. Muchos trataron de huir de las balas escondiéndose en los departamentos de la zona, pero luego de unas horas el Ejército hizo una búsqueda en los edificios.
El saldo de esta masacre no se supo de primera instancia ya que se compartían datos falsos de 26 muertos, 1043 detenidos y 100 heridos. No obstante, años después la CNDH reveló que se encarcelaron 2000 personas y cerca de 350 personas asesinadas aunque hasta la fecha estos datos son aproximaciones.