
¿Qué fue primero: la descomposición de la política en Coahuila, o la irrupción de “La Floriza” en el espacio público?
Aunque su participación data de 2017 con la primera candidatura por UDC a la Alcaldía de Múzquiz, ha sido de 2020 a la fecha el florecimiento económico y político de La Floriza, denominación de origen para identificar a una facción en la mente de un colectivo, y evocar otras como La Chapiza y La Mayiza en el argot delincuencial.
Desde sus primeros contratos millonarios con CFE, y su posterior victoria en el Ayuntamiento ahora sí, en 2021, bajo el emblema de Morena y su eventual escisión hacia el PT, Tania y Tony, los hermanos Flores, han contribuido a enrarecer la vida pública en Múzquiz, otrora Municipio tranquilo y conocido allende las fronteras por el chorizo que ahí se produce. Si antes era un lugar apacible, hoy es el epicentro del conflicto y los escándalos por excelencia en la entidad.
Hace un año exactamente se publicó en este mismo espacio “El modelo Tania: nuevos conflictos donde no los hay; ¿es el modelo Morena por excelencia en Coahuila?”, a propósito de un zafarrancho que protagonizaron en el Pueblo Mágico al calor de las campañas electorales y que fue transmitido durante 7 horas y media en vivo completamente vía Facebook.
Nada ha cambiado desde entonces a la fecha. Al contrario, se ha recrudecido.
En la semana sucedió una vez más, y probablemente su relación con el entorno llegó al punto más álgido, al grado de llegar a las amenazas de muerte. Un caso en donde una exalcaldesa que sistemáticamente busca la Guerra, enalteciendo su apellido materno, rivaliza contra una ex candidata (pero también ex socia, justo es decirlo) que enaltece el propio: Escalera, al escalar el conflicto.
Su intimidad como espectáculo es la decadencia en un pueblo de 75 mil habitantes. Y lo más importante: su desenvolvimiento envía un mensaje al círculo rojo de Coahuila, y especialmente a los espectadores ávidos de chismecito gratis en el Facebook merced a sus periódicas transmisiones en vivo: que la política representa la degradación pública de la investidura, irritabilidad e intolerancia a la frustración, conflicto permanente, basurear al contrario, denigrar al adversario. Episodios de megalomanía y excentricidad que degradan la vida en comunidad.
Sin embargo hay algo aún más peligroso que no estamos advirtiendo, ya que se da una presunción por cierta en los tiempos que se viven: trasmitir en vivo un suceso político es transparentar. Y nada más alejado de la realidad. El fenómeno representa, en todo caso, un reality show, jamás una caja de cristal.
Nadie cuestiona, por ejemplo, por qué las personas actúan irreflexivamente, enfocando con su celular a terceros, sin consentimiento ni autorización para grabar un evento a media calle como arma intimidatoria. Aquello se vuelve un festival de vidas privadas que se ofrecen impúdicamente ante los ojos del mundo entero. Se trata del dominio del espacio público digital a través de la exhibición de la intimidad y la exaltación de lo banal. Una especie de satisfacción al constatar la mediocridad propia y ajena.
“El show del yo” en la web que describe Paula Sibilia en su libro “La intimidad como espectáculo” (2008) y que parte de una premisa: hoy la megalomanía y excentricidad no padecen la misma demonización que antes, cuando se consideraban enfermedades mentales o desvíos patológicos de la normalidad ejemplar.
¿En qué momento llegamos a este punto tan primitivo?
Cortita y al pie
Antonio Flores, por su parte, inició la Legislatura haciendo una oda literaria de su sombrero y autonombrándose “El diputado del pueblo” (mote que, como todo apodo autoimpuesto, está condenado al olvido pese a que lo inscriba en todas sus comunicaciones oficiales). Luego, en el contexto de la publicación, en Facebook primero y periódicos de circulación nacional después, de una fotografía donde a él se le aprecia conduciendo por las desvencijadas calles de Múzquiz un vehículo Lamborghini valuado en media docena de millones de pesos, propuso acabar con el “sicariato digital”; así, en esos términos: el lenguaje de la narcocultura presente hasta en la tribuna del Congreso de Coahuila.
Una iniciativa de ley para censurar la crítica contra funcionarios públicos y legisladores en redes sociales.
No es el primer asunto de ‘Tony’ que trasciende a partir de un posteo viral. Se ha grabado antes en video practicando tiro con armas de fuego, repartiendo fajos de billetes en efectivo (así sea a los infantes de su familia) o conduciendo automóviles deportivos caros (no confundir con la expresión: de lujo) mientras escucha corridos tumbados que hacen apología del crimen organizado.
Se trata de sus gustos y aficiones, naturalmente. Para su protagonista, una expresión de la personalidad o una catarsis. Acaso el ideal en la sociedad de la inmediatez y el espectáculo a la que hemos involucionado hace años.
Ahora bien, el exabrupto de pretender censurar y castigar hasta con seis años de prisión a diestro y siniestro a “Los Contras” (contrarios; adversarios y opositores por definición) es un episodio más del representante popular que legisla en función de sus intereses personales y peor aún, de sus proyecciones individuales. No de una iniciativa popular. El affaire revela una tendencia entre la clase política que se colgó del Obradorato para hacer carrera: la imposición de su narrativa, por más errónea o nefasta que sea, contra la voluntad popular e incluso el sentido común; la indisposición a la crítica y en general a cualquier opinión contraria a sus prejuicios de grupo.
La última y nos vamos
Pese a su cercanía territorial con Nuevo León, Coahuila se ha mantenido –en la medida de lo posible- ajeno a la política del espectáculo que se practica en el vecino estado, donde sus figuras más relevantes provienen de la farándula y viven de la polémica.
En ese contexto La Floriza puede significar un agente viral de contagio.