WhatsApp
Pronostico del tiempo
Twitter
Instagram
YouTube
Facebook

+

¿A alguien importa todavía el fenómeno del suicidio en Saltillo?

La semana inició con un récord necrológico en Saltillo: cinco suicidas en el transcurso de 24 horas.

  • 12

La semana inició con un récord necrológico en Saltillo: cinco suicidas en el transcurso de 24 horas. Un fenómeno sin freno y ya distintivo de la ciudad.

Justo es decirlo: la capital de Coahuila no es el municipio del país donde más personas se suicidan. Ni siquiera está cerca de liderar la estadística recogida por el Inegi, contrario a lo que se cree y propaga.

Es de los punteros, en cambio, en “googlear” la palabra “suicidio” en el buscador más popular de internet. En ese rubro, denominado “Google Trends”, históricamente sólo es superado por Aguascalientes y Chihuahua.

Es decir, en Saltillo hay más personas buscando información sobre un suicidio potencial, que personas cometiéndolo. Por ende, somos una comunidad con la insana predisposición a contar muertos. Circunstancia que habla más de la sociedad como espectadores, que de las víctimas en sí.

José Emilio Pacheco escribió hace 40 años una prosa que continúa vigente: “nos hemos vuelto comparsas de un melodrama en que bajo el nombre de noticias el mundo se ofrece como espectáculo a sí mismo”.

Hace algunas décadas, a fuerza de repetirse, en los medios masivos de comunicación se consolidó el formato: primero se destacaba el número del suicidio cometido, y, en un segundo momento, se pormenorizaba el asunto estructurado como nota: cuántos años tenía la víctima, dónde vivía, y por qué lo hizo.

Un exacerbado énfasis en seguir la cuenta que, a la larga, despersonalizaba a los individuos involucrados.

A mediados del siglo XX se publicó un estudio que demostró cómo el número de suicidios se incrementaba en Estados Unidos al mes siguiente de que The New York Times difundiera en su portada noticias relacionadas. Como referencia se configuró un término para describir la imitación de la conducta: “El efecto Werther”, llamado así por la novela: “Las penas del joven Werther”, de Goethe (1774), que provocó en su época una cadena de suicidios que parecían imitar al protagonista.

En atención a esa tendencia, dejó de practicarse como ejercicio periodístico en la ciudad, sin embargo la estadística creciente no cesa.

Desde las referencias a Manuel Acuña, el poeta atormentado y suicida por excelencia, al “Suicida de Catedral” (aquél que conmocionó a la opinión pública el 3 de abril de 1975 al arrojarse al vacío desde la torre de Catedral, entonces el edificio más alto de la ciudad), hay quienes ven en el suicidio una decisión íntima, personal, que debe ser aceptada, respetada o por lo menos tolerada desde otra perspectiva. En la obra clásica de Durkheim, El Suicidio (1897), este lo concibe como un fenómeno sociológico, resultado de la falta de integración del individuo a la sociedad.

Por lo demás, ¿realmente se está haciendo algo para revertir la tendencia en la Región Sureste del estado?

Las potenciales soluciones del pasado se encaminan hacia el Centro de Salud Mental (dando por hecho que se trata de un padecimiento siquiátrico), o a la Secretaría de Salud (asumiendo es un problema epidemiológico). El resto son pláticas de prevención en centros escolares y de trabajo (circunscribiendo a la vena sicológica la prevalencia).

No obstante no ha existido una política pública para la prevención que aborde la problemática desde un análisis lineal, de gráficas, y bases de datos. Tampoco un simple mapeo a fin de ubicar en que zonas habitan y qué características socioeconómicas predominan en los suicidas.

Ni hablar del aspecto multifactorial que configura el fenómeno. Desde la genética, el medio ambiente, depresión, problemas en las relaciones interpersonales, dificultades económicas, enfermedades crónicas, festividades del calendario, vicios adquiridos, la influencia de los medios de comunicación y más recientemente de las redes sociales, hasta particularidades basadas en dogmas de fe, como que millennials y centennials toleran menos la frustración a diferencia de la Generación X, por citar un ejemplo.

Tampoco nos hemos puesto de acuerdo en lo esencial: definir con qué rasero lo vamos a medir. El de la moralidad o el de la legalidad.

Nadie atina al clavo. Ninguno sabe por dónde entrarle. Es una situación que rebasa transversalmente a todos y desnuda las estructuras que se hacen llamar instituciones y que son autoridad porque monopolizan el uso de la fuerza pública.

 

 

Cortita y al pie

Vuelvo una vez más a las palabras de José Emilio Pacheco: “el suicidio es una crítica radical de nuestro modo de vida y por supuesto un asesinato simbólico”.

¿No le dice algo sobre cultura la inexistencia prácticamente de librerías en una región que ya supera el millón de habitantes? (como atenuante, desde luego, se podrá decir que los e-books y la entrega de libros a domicilio gratis dominan el mercado).

¿No le resulta extraña la escasa práctica de actividades al aire libre, recreativas, lúdicas, pese a que no existe un clima extremo u otros factores de riesgo que las impidan? (y las que hay, confinadas a una ruta dominical de cierta dimensión en cierto horario).

¿Qué tiene que ver esto último con el suicidio?, se preguntará usted.

Es la cohesión social. O la carencia de esta, más bien.

 

 

La última y nos vamos

José Emilio Pacheco en “Desde entonces” (1978) ha dicho que, “más que en nuestro íntimo sufrimiento, en estas maniobras se revela el horror de estar vivo. Tan culpables nos sentimos que nadie quiere cargar con la culpa”. ¿A alguien importa todavía?

 

Publicación anterior Salió milagroso
Siguiente publicación Presentan cartelera de la Feria Saltillo 2025: Música, lucha libre y más
Entradas relacionadas
Comentarios
  Estaciones ;