
Los nuevos partidos políticos locales en Coahuila viven en una dicotomía: nadie los necesitamos en un contexto con exceso de opciones, pero todos los necesitamos en un contexto con escasez de alternativas; son muy fáciles y a la vez muy difíciles de constituir.
Si nada se interpone (y con ello me refiero a las impugnaciones de la UDC desestimadas en días pasados por el Tribunal Electoral de Coahuila, pero todavía vivas en la mesa de la Sala Regional Monterrey), habrá dos institutos más con derecho a recibir prerrogativas a partir del próximo mes.
Uno se llama Nuevas Ideas, lo cual conduce –de entrada– a una reflexión: ¿pueden existir nuevas ideas? Es decir, ¿hay algo que no se haya dicho o experimentado a lo largo de siglos de civilización con sus periodos cíclicos de esplendor y decadencia? ¿Quedan todavía cosas por descubrir?
El otro es México Avante. Con bandera de reivindicativo pero en los hechos acomodaticio. Su dueño lo mismo se placea con el diputado federal “Acapulco” Berdeja (PT) que con la senadora Lupita Mandujano Jr. (Morena) o hace deferencias al Gobierno del Estado para mostrar un supuesto oficio político. Dispuesto a transitar la ruta transversal a todas las corrientes de poder con tal de no morir inmediatamente después de nacer.
De confirmarse su registro, disfrutarán un año y medio de prerrogativas: la segunda mitad de 2025, y 2026 hasta su disolución, pues ambos van a desaparecer si no logran el 3% de votos válidos emitidos en su primera elección, a celebrarse el 7 de junio de 2026, en la cual no pueden aliarse con otros a fin de evitar el efecto rémora.
Estimando la participación típica en ese tipo de procesos electorales intermedios, donde no hay estímulos al grueso poblacional para ir a las urnas (quién querría ir a votar por diputados locales por un asunto afectivo y emocional), y especialmente la atención social se centrará en el Mundial de Futbol que se celebrará en las mismas fechas, no sólo en nuestro país, sino a 85 kilómetros de distancia, 40% de ciudadanos enlistados se antoja difícil como meta.
Ello supone que las estructuras de organización política, en este caso la del PRI, y la de Morena, acapararen hasta ocho de cada 10 votos emitidos. Las dos papeletas restantes, a dividir entre el resto de opciones en la boleta.
Por ello difícilmente sobrevivirán más allá de la jornada electoral, entre otras cosas, debido al tiempo de exposición mediática de procesos anteriores que acumulan los otros institutos políticos. Un hándicap muy alto.
Anexarse a los ocho que participan en Coahuila (siete nacionales y la UDC de Lenin Pérez, probablemente el más exitoso en el país al mantenerse vigente por casi tres décadas) es una tarea verdaderamente difícil, por no decir imposible, pese a que constituir un partido político en Coahuila es más fácil que formalizar una candidatura independiente.
No es que la unión haga la fuerza, al tratarse de un grupo versus un ciudadano en solitario, sino de laxitud en las reglas de acceso al poder.
Con el inicio del proceso electoral local de 2024, el 1 de enero, simultáneamente arrancó el plazo para que organizaciones ciudadanas interesadas en constituirse como partidos políticos locales presentasen al Instituto Electoral de Coahuila su “aviso de intención”. Siete lo hicieron en su día, y sólo dos asociaciones civiles completaron el trámite.
Más allá de las presuntas causas que persiguen, en la bola van personajes que, en otro momento, han fracasado en el intento por mantener vigente un partido recién constituido, o en la creación del mismo.
Si bien no se pueden conculcar los derechos políticos ni la garantía de asociación, ¿tienen derecho a una segunda (o tercera, en algún caso) oportunidad? ¿A quién representan? ¿Llegan para solucionar un problema?
Ahora bien, menos partidos no implica se les destine menos presupuesto. Tampoco erradica el trasvase de votos ni fomenta la pluralidad. ¿Pueden ofrecer algo distinto al menú que ya sirven otros?
Cortita y al pie
En diferentes momentos de su historia contemporánea, Coahuila ha servido de laboratorio electoral. No obstante, el verdadero fenómeno en el estado es la desafección política.
Particularmente cuando estamos acostumbrados a campañas que no rompen esquemas y no retan al statu quo. A candidatos cortados por la misma tijera. Distinto emblema, sí, pero actitudes equiparables. Ni qué decir de sus propuestas, no motivan, mucho menos apasionan.
Contubernio en las cúpulas y candidez en las bases. Y las mismas consignas de cada proceso electoral. Legítimas y vigentes, sí, pero tan sobadas y reutilizadas que aburren.
Quienes las profieren con el ánimo de inflamar a las masas, desaparecen mágicamente del mapa político al día siguiente de la elección. Así una minoría beneficiada ya con cargo público se vuelve a congelar hasta la siguiente jornada electoral.
La última y nos vamos
Más allá de su espacio en el espectro político-ideológico, los nuevos partidos ni para hacer montón sirven. ¿O en qué coyuntura les podrían hacer el juego a otros, facilitarles el trabajo, enturbiar un proceso, actuar como ariete, o vehículo para intereses ajenos?
Exacto: en ninguna. Sólo son pequeños grupos aislados a la espera del reparto de botín. No sobre la mesa, en lid de negociación, sino esperando debajo de esta lo que cae. Que salpiquen los rojos, básicamente.