
Tras el fallecimiento del Papa Francisco, su pontificado deja un legado de avance y controversia en relación con la comunidad LGBTIQ+.
Si bien marcó un hito con gestos de apertura y diálogo, sus declaraciones y acciones también generaron controversia y críticas. Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco buscó construir puentes con la comunidad, alejándose del lenguaje condenatorio de sus predecesores. Con su famosa frase
"¿Quién soy yo para juzgar?", resonó un mensaje de inclusión y respeto hacia las personas homosexuales. “Hablé tres veces de la homosexualidad. La primera del viaje de Río Janeiro.Si una persona es homosexual y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla? Segundo, de Irlanda aquí, cuando dije a un papá y a una mamá. Nunca echen de la casa a un hijo o una hija homosexual. Acéptenlo, elaboren eso en familia. Y la tercera, en la entrevista de la 7 Press, donde hablé de la criminalización. Lamentablemente, hay 30 países más o menos que criminalizan hoy día la homosexualidad. Y de esos 30, casi 10 tiene la pena de muerte. Eso es muy grave, todos son hijos de Dios y cada uno busca a Dios y lo encuentra por el camino que puede”.
En un intento por construir puentes, el Papa Francisco se reunió con personas transgénero y parejas del mismo sexo, ofreciendo palabras de aliento y cercanía. Mostró apoyo a las leyes de uniones civiles, diferenciándolas del matrimonio sacramental.
En 2023, aprobó la bendición de parejas del mismo sexo, no matrimoniales. Además, en repetidas ocasiones, afirmó que la homosexualidad no es un delito, aunque la consideró un pecado, invitando a la reflexión al cuestionar: "¿acaso no somos todos pecadores?".
“Y ser homosexual no es un delito. Es una condición humana. Somos todos hijos de Dios. Y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad. Cada hombre y cada mujer tiene que tener una ventana en su vida donde pueda volcar su esperanza y donde pueda ver la dignidad de Dios. Ternura, por favor, ternura, como la tiene Dios con cada uno de nosotros”.
Cuestionado sobre el actuar de las personas de la iglesia o creyentes católicos sobre quienes promueven el discurso de odios hacia la comunidad, a través del evangelio, Francisco los llamó “infiltrados” mencionando que esta es una de las corrupciones de la iglesia “En el fondo toda esa gente (los que promueven el discurso de odio) tiene un drama interno, un drama de incoherencia interior muy grande, que viven para condenar a los demás porque no saben pedir perdón por sus propias faltas”.
Sin embargo, a pesar de sus gestos de apertura el fallecido Papa declaró la ideología de género como “nefasta”, generando críticas por parte de activistas LGBT, quienes lo consideraron discriminatorio y contradictorio. El legado de Francisco en relación con la comunidad LGBT seguirá siendo objeto de debate. Sus gestos de apertura marcaron un avance significativo en el diálogo entre la Iglesia y la diversidad sexual, pero las mismas contradicciones dejan aún preguntas abiertas. Sin embargo, sus palabras seguirán invitando a la reflexión sobre el futuro de la Iglesia y su relación con la diversidad sexual y de género.