Ciudad de México.- El pasado 28 de abril de 2025, España vivió un apagón masivo que paralizó ciudades clave como Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla. Durante varias horas, servicios esenciales como semáforos, trenes y aeropuertos quedaron inoperativos, generando caos e incertidumbre entre la población.
Aunque la falla fue solucionada en cuestión de horas, el evento dejó al descubierto la fragilidad de los sistemas eléctricos modernos y encendió las alarmas a nivel internacional. En los días posteriores, comenzaron a circular teorías sobre un posible apagón global, alimentadas por una afirmación viral atribuida a un modelo de inteligencia artificial: el 27 de abril de 2027 podría ocurrir un apagón eléctrico que afectaría simultáneamente a varios continentes.
¿Es posible un apagón eléctrico global?
Según especialistas, la posibilidad de un apagón global, en el sentido estricto del término (una interrupción simultánea en todos los continentes), es altamente improbable. Las redes eléctricas del mundo están organizadas por regiones y países, y cuentan con sistemas de aislamiento que evitan que los fallos se propaguen sin control.
Sin embargo, sí existen escenarios que podrían causar apagones masivos en distintas partes del mundo al mismo tiempo, generando la percepción de un colapso global. Entre las amenazas más plausibles se encuentran:
Tormentas solares intensas, como la del evento Carrington en 1859, que podrían dañar satélites y transformadores eléctricos en múltiples regiones.
Ciberataques coordinados contra redes eléctricas digitalizadas (smart grids), capaces de derribar infraestructuras críticas.
Errores humanos o fallos en la gestión de redes interconectadas, como ocurrió en el apagón de India en 2012, que afectó a más de 600 millones de personas.
Fenómenos naturales simultáneos (terremotos, incendios, huracanes) que afecten centros energéticos clave en distintos continentes.
Consecuencias de un apagón de gran escala
Aunque un apagón global completo es improbable, un evento que afecte a varias regiones al mismo tiempo tendría consecuencias devastadoras:
Colapso de infraestructuras críticas como hospitales, sistemas de agua potable y telecomunicaciones.
Impacto económico inmediato, con caída de mercados, suspensión de transacciones bancarias y bloqueos en los sistemas de pago.
Interrupción de cadenas de suministro, provocando escasez de alimentos, medicinas y combustible.
Caos social y político, con disturbios, saqueos y gobiernos bajo presión por la falta de servicios básicos.
La creciente dependencia de la electricidad en la vida moderna hace que cualquier apagón, por breve que sea, tenga un efecto dominó difícil de contener. Lo ocurrido en España es un llamado de atención para reforzar la seguridad energética y desarrollar planes de contingencia más sólidos a nivel global.
