
Lo que inicialmente parecía un brote localizado en Wuhan, China, se convirtió en una crisis sanitaria global sin precedentes que cambió la vida de millones de personas.
El 28 de febrero de 2020 se confirmó el primer caso de COVID-19 en México: un hombre de 35 años en la Ciudad de México que había viajado a Italia. Al día siguiente, se registró el primer contagio en Torreón, Coahuila, en una mujer de 20 años que también había estado en el país europeo. Estos primeros diagnósticos fueron el inicio de una ola de contagios que, en cuestión de semanas, obligó a las autoridades a tomar medidas drásticas para frenar la propagación del virus.
Ante el avance del COVID-19, el gobierno mexicano implementó diversas estrategias para contener la crisis. El 30 de marzo de 2020, el Consejo de Salubridad General decretó emergencia sanitaria nacional, ordenando el cierre de actividades no esenciales y la suspensión de clases presenciales. Las calles se vaciaron, los comercios cerraron y millones de trabajadores se vieron obligados a adaptarse al teletrabajo o enfrentar la incertidumbre del desempleo.
El sistema de salud también enfrentó grandes retos. La demanda de atención médica aumentó exponencialmente, poniendo a prueba la capacidad hospitalaria y el personal sanitario, que trabajó incansablemente en la primera línea de batalla contra el virus. El acceso a insumos médicos, ventiladores y camas de hospital se convirtió en una prioridad, mientras la población intentaba adaptarse a una "nueva normalidad" de restricciones, distanciamiento social y el uso obligatorio de cubrebocas.
A cinco años de la declaración de pandemia, los efectos del COVID-19 siguen presentes en la sociedad mexicana y en el mundo. Según cifras oficiales, el virus ha causado más de 7 millones de muertes a nivel global, aunque algunos estudios sugieren que el número real podría ser aún mayor. En México, la crisis sanitaria también dejó una profunda huella en la economía, la educación y la salud mental de la población.
Uno de los legados más importantes de la pandemia ha sido la revalorización del sistema de salud y la necesidad de fortalecer su infraestructura. La experiencia adquirida ha demostrado la importancia de la preparación ante futuras emergencias sanitarias, así como la inversión en investigación, tecnología médica y estrategias de respuesta rápida.
Aunque la vida ha retomado su curso, el COVID-19 marcó un antes y un después en la historia reciente. La pandemia no solo dejó lecciones sobre la fragilidad de los sistemas de salud y la interconexión global, sino que también evidenció la resiliencia de la humanidad ante uno de los mayores desafíos de este siglo.